DECRETO 1/1992. Escudos y Banderas en Aragón. Heráldica de Aragón.. Escudos. Aragón

DECRETO 1/1992. Escudos y Banderas en Aragón. Heráldica de Aragón. Escudos Aragón.

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Heráldica

Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 12 de diciembre de 2023 última revisión

DECRETO 1/1992, de 21 de enero, de la Diputación General de Aragón, por el que se regula el procedimiento de rehabilitación, modificación o adopción de escudos, banderas y otros símbolos de los Municipios y demás Entidades locales de la Comunidad Autónoma de Aragón.

Los escudos, banderas y sellos son los símbolos que sirven de identificación a una agrupación humana, expresan su cohesión y validan su documentación de carácter oficial, además de constituir signos de autoridad. De ahí que su creación y conservación hayan sido consideradas históricamente como de suma importancia y reguladas en detalle, pues precisamente su carácter simbólico y su permanencia ayudan con eficacia a desarrollar la conciencia de comunidad y a afianzar la conservación y continuada mejora de las peculiaridades que cada comunidad social o jurídica representada entiende como más adecuadas, dentro de la ley, al ejercicio de su libertad, personalidad propia y derechos específicos. Lo que es particularmente apreciable en el caso de los municipios.

No es, por ello, conveniente que la adopción de escudo, bandera u otros símbolos se produzca en razón de circunstancias intranscendentes o caprichosas. En numerosos casos ha sido un dilatado devenir histórico un hecho sobresaliente o conjunto de ellos el determinante de la asunción de esos símbolos como elementos característicos y privativos de un concreto Municipio.

En Aragón existen, desde antiguo, buen número de municipios cuyos símbolos poseen larga y documentada tradición histórica; y otros carentes de ellos o que, al estar incluidos en demarcaciones más amplias, lo tenían común con sus vecinos; o bien utilizaron, más modernamente, los que antaño identificaron a sus señores en el sistema feudal.

En el actual régimen de Estado de Derecho es creciente el número de Entidades locales que, recuperando aspectos positivos de su historia y en consonancia con su creciente grado de autonomía y ejercicio habitual de responsabilidades de gobierno y administración, desean dotarse de escudos, banderas y otros símbolos o renovarlos para que simbolicen de manera adecuada la tradición en apoyo del presente y para que resulten signo de identificación que, a la par, represente una fuerza de atracción y cohesión permanentes para los miembros de la comunidad.

Corresponde, por su parte, a la Comunidad Autónoma la aprobación definitiva de los títulos, escudos, banderas, blasones, lemas y dignidades de las Entidades locales, conforme a lo previsto en los artículos 186 y 187 del Real Decreto 2568/1986, de 28 de noviembre.

Por todo ello, el presente Decreto regula esta materia, estableciendo las normas de procedimiento correspondientes, aplicables tanto a aquellas Entidades que, carentes de símbolos representativos, deseen adquirirlos, como a las que, disponiendo ya de la totalidad o parte de los mismos, se propongan reformarlos o rehabilitarlos. De modo que se garantice la correcta sujeción del diseño de todos ellos a las leyes y convenciones de las disciplinas historiográficas correspondientes.

No se trata, con ello, de limitar la autonomía de las Entidades locales, sino de mejorar y agilizar la tramitación de los expedientes mediante un procedimiento técnico adecuado y eficaz para la mejor plasmación gráfica de los aludidos emblemas o símbolos característicos. Mediante la presente norma se intenta, pues, conciliar la afirmación de carácter de cada Entidad local y el enriquecimiento de su patrimonio cultural con el respeto a las normas de unas ciencias Heráldica, Vexilología y Sigilografía con siglos de fértil tradición.

Para garantizarlo se prevé la emisión del dictamen de un órgano consultivo y técnico que se crea: El Consejo Asesor de Heráldica y Simbología de Aragón.

En su virtud, a propuesta del Consejero de Presidencia y Relaciones Institucionales, y previa deliberación del Consejo de Gobierno, en su reunión del día 21 de enero de 1992,

DISPONGO:

Artículo 1º 1. Los Municipios y demás Entidades locales de la Comunidad Autónoma de Aragón podrán adoptar escudo, bandera u otros símbolos modificar los que ya estuviesen establecidos o rehabilitar los que históricamente les correspondiesen, de acuerdo con lo dispuesto en el presente Decreto.

2. Corresponde al Consejo de Gobierno de la Diputación General de Aragón, la aprobación definitiva de los expedientes de concesión de las Entidades locales de tratamientos, honores y prerrogativas especiales, así como el otorgamiento a las mismas de títulos, escudos, banderas, blasones, lemas, dignidades y sellos.

Artículo 2º Los criterios básicos a que deberán ajustarse dichos símbolos, salvo excepciones debidamente razonadas, son los que se incluyen como anexo del presente Decreto.

Artículo 3. 1.Se crea el Consejo Asesor de Heráldica y Simbología de Aragón como órgano consultivo especializado en dichas materias, adscrito al Departamento de Presidencia y Relaciones Institucionales.

2.Dicho Consejo emitirá su dictamen en los expedientes promovidos por las Entidades locales para la rehabilitación, modificación o adopción de sus símbolos representativos.

Asimismo, podrá prestar su asesoramiento en aquellas otras cuestiones sobre la materia que se sometan a su conocimiento por los órganos dependientes de la Diputación General de Aragón o de las Entidades locales aragonesas.

3. La composición del Consejo Asesor será la siguiente:

a) Presidente: El Consejero de Presidencia y Relaciones Institucionales que podrá delegar sus funciones en el Director General de Administración Local y Política Territorial.

b) Vocales: Un representante de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza.

Un Doctor en Historia.

Un Diplomado en Heráldica.

Un miembro de la Sociedad Española de Vexilología.

Un representante del Departamento de Cultura y Educación de la Diputación General de Aragón.

c) Secretario: Un funcionario de la Dirección General de Administración Local y Política Territorial, que actuará con voz pero sin voto.

El nombramiento y cese de vocales se resolverá por el Consejero de Presidencia y Relaciones Institucionales, previa consulta a las Instituciones correspondientes.

Artículo 4. 1.Corresponde al Pleno de la Corporación Local la adopción de los acuerdos relativos a la iniciativa de rehabilitación adopción o modificación de la bandera, enseña, escudo u otros símbolos a tenor de lo dispuesto en el artículo 22.2. b) de la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las bases de régimen local.

2. El acuerdo adoptado se someterá a información pública por plazo no inferior a quince días, mediante anuncio en el "Boletín Oficial de Aragón" y en el tablón de edictos de la Entidad local.

3. Concluido el plazo de información pública, se remitirá el expediente tramitado al Departamento de Presidencia y Relaciones Institucionales.

En dicho expediente se incluirá certificación del acuerdo o acuerdos de la Entidad local y se acompañará memoria en la que se expongan las razones que justifican la propuesta de aprobación, modificación o rehabilitación de la bandera, del escudo heráldico u otros símbolos, incluyendo el dibujo proyecto de los elementos propuestos. Asimismo, las alegaciones de asociaciones vecinales, instituciones o particulares efectuadas en el trámite de información pública así como cualquier otra documentación que se considere de interés.

4. Recibido el expediente, por el Departamento de Presidencia y Relaciones Institucionales, se solicitarán en el plazo de diez días hábiles los siguientes informes:

a) De la Real Academia de la Historia.

b) Del Consejo Asesor de Heráldica y Simbología de Aragón.

5. Emitidos dichos informes y en el caso de que fuesen favorables, la Dirección General de Administración Local y Política Territorial, en el plazo de diez días hábiles, elevará la propuesta de resolución al Consejero de Presidencia y Relaciones Institucionales.

6. En el caso de que alguno de los informes emitidos resultara desfavorable a la propuesta de la Entidad local correspondiente, se notificarán a ésta las objeciones formuladas. La Entidad local interesada deberá adoptar nuevo acuerdo sobre el asunto a la vista de los informes recaídos, remitiendo certificación del mismo al Departamento de Presidencia y Relaciones Institucionales para su incorporación al expediente.

7. La resolución definitiva del expediente corresponderá al Consejo de Gobierno de la Diputación General de Aragón, a propuesta del Consejero de Presidencia y Relaciones Institucionales.

Artículo 5. El acuerdo del Consejo de Gobierno de la Diputación General de Aragón será notificado a la Entidad local que incoó el expediente y publicado en el "Boletín Oficial de Aragón".

DISPOSICIONES TRANSITORIAS
Primera.-En el plazo de dos meses desde la entrada en vigor del presente Decreto se procederá a la constitución del Consejo Asesor de Heráldica y Simbología de Aragón, que aprobará sus propias normas de funcionamiento.

Segunda. Los expedientes de rehabilitación, modificación o adopción de escudos, banderas y demás símbolos iniciados por las Entidades locales antes de la entrada en vigor de este Decreto se ajustarán en su resolución al procedimiento previsto en el mismo, sin perjuicio de la validez de los acuerdos municipales ya adoptados y de los dictámenes emitidos con anterioridad.

Dado en Zaragoza, a veintiuno de enero de mil novecientos noventa y dos.

El Presidente de la Diputación General, EMILIO EIROA GARCIA
El Consejero de Presidencia y Relaciones Institucionales, JOSE ANGEL BIEL RIVERA

ANEXO
Criterios técnicos básicos para banderas, escudos y sellos:

1. Bandera.

A) Proporciones. El paño ha de tener una proporción de 2:3 (una vez y media más largo que ancho).

B) Colores. Se corresponderán con los esmaltes utilizados en el escudo.

C) Soporte. Seda o tafetán para el modelo oficial.

D) Asta. De madera o caña, con moharra, guardafango y regatón.

E) Escudo. Si la bandera ostentase el escudo municipal, éste deberá colocarse en el centro del paño de la misma o en el límite del primer tercio del asta.

2. Escudo.

A) Proporciones. Serán con arreglo a lo establecido para el modelo oficial del escudo de la Comunidad Autónoma de Aragón, esto es, inserto en un rectángulo cuya altura será dos veces su anchura.

B) Forma.Rectangular salvo en su parte inferior que será circular.

C) Simbología. Como elemento principal deberá utilizarse figura o figuras representativas del lugar o de su entorno inmediato o de su historia, guardando la normativa heráldica de estilización de esas representaciones gráficas así como la pertinente ordenación de cuarteles, si procede.

D) Timbre. Utilizará normalmente la corona real cerrada del Escudo nacional de España.

E) Ornamentación y títulos. Las láureas, manteles, soportes, tenentes, condecoraciones, distinciones, divisas y otros cuya inclusión se proponga deberán justificarse mediante la documentación que acredite su derecho de uso.

3. El diseño del escudo y de la bandera municipales, en cuanto a proporciones y forma, según lo expresado, serán los indicados gráficamente en el presente anexo.

4. Los esmaltes se indicarán mediante la denominación tradicional, agregándose la identificación del tono atendiendo al código utilizado por el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Aragón para su Escudo y Bandera.

5. Sello. El sello, además de su vertiente simbólica, posee valor tradicional y legal de validación documental, pues complementa la firma y rúbrica de la Autoridad que suscribe el documento que se trate.

A) Proporciones.Podrán existir sellos en dos tamaños de modo que existan un sello "mayor" y uno "menor", el primero, de un máximo de 50 mm. de diámetro, para documentos que reflejen asuntos de una cierta entidad; y el segundo, de un máximo de 30 mm. de diámetro, para señalar impresos y documentación de menor entidad.

B) Forma. El sello podrá adoptarla circular, romboidal u ovalada.

En este último caso, la suma de los diámetros perpendiculares no excederá el duplo de la del indicado para las proporciones en el párrafo anterior. Otras posibles formas requerirán una justificación, fundamentalmente, con base en el uso tradicional.

C) Simbología. Al igual que en el caso del escudo, y salvo la utilización del mismo como elemento central, deberá emplearse figura o figuras representativas del lugar, de su entorno inmediato o de su historia y preferentemente el motivo central de su heráldica.

D) Inscripción.Alrededor de los símbolos que procedan se colocará la siguiente inscripción dentro de una corona circular o franja: Sello del Ayuntamiento de(nombre completo de la localidad) Aragón (España).
En caso de poseer tratamiento podrá éste anteponerse a la denominación de "Ayuntamiento", pero de forma abreviada según la normativa de la Real Academia Española Los títulos acreditados, si los hubiere, con que se haya distinguido al Municipio podrán, igualmente, figurar abreviados con solas sus iniciales antes del nombre del mismo. Los mismos criterios se aplicarán analógicamente por las demás Entidades locales.



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MORA DE RUBIELOS
LA RUTA DE LA NIEVE

La zona del Maestrazgo es pródiga en parajes pintorescos y pueblos de rancia historia, diseminados entre densos pinares y abruptas barrancadas. Los hay situados en suaves laderas y en altivas cimas. En cada recodo del camino esperamos hallar un nuevo programa, una grata sorpresa para deleite del espíritu, ávido de emociones plácidos.

Entre estos pueblos de acusada fisonomía, destaca Mora de Rubielos, por su alcurnia y abolengo.

Se halla situado a 42 kilómetros de la capital (Teruel) y a 1.035 metros de altitud. El número actual de habitantes de esta villa es de 2.400 aproximadamente. A finales del siglo XVI tenía unos 150 vecinos, que fueron aumentando hasta 700 a finales del XVIII.

Hoy, esta importante villa va adquiriendo un sereno afianzamiento bajo la importancia del turismo de verano y de invierno. Recientemente se inauguró el amplio hotel «Mora de Aragón», en las inmediaciones de la villa, en el declive de un montículo poblado de pinos. Dentro del pueblo hay también otras fondas y restaurantes para atender, cumplidamente, las crecientes necesidades turísticas.

Además de esto, la industria se ve afianzando con sus dos industrias de la madera y la nueva fábrica «Mora Industrial» de confecciones.

Esta es, actualmente, la villa de Mora, que tiene las siguientes vías de acceso; por la Tierra Baja y en las inmediaciones del pueblo de Gargallo, un desvío de la carretera general nos lleva a Aliaga, y desde allí, por Camarillas y Alcalá de Mora. Desde Castellón, siguiendo la carretera que pasa por Cortes de Arenoso y Rubielos, se llega a nuestra villa. Otra ruta mas corriente es la carretera de Valencia a Teruel, por un desvío que hay cerca de la estación de Mora. Y, finalmente, por la misma carretera en el recorrido de Teruel a Valencia, pasada la Puebla de Valverde, se toma otro desvío que nos llevará a

LA VILLA DE MORA.

Dejamos atrás una serie pintoresca de modernos chalets, entre pinos y accidentes del terreno.

La pequeña ermita de la Virgen de la Soledad, con atrio porticado, nos da la bienvenida. Desde el contemplamos el caserío que se extiende adaptándose al accidentado terreno y dominado todo él por la robusta silueta pétrea del castillo.

Al fondo, cerros y montes. Y allá lejos, como colgada del cielo, la crestería de los altos de San Rafael, sierra de Gudar altiva y bravía, con bellos matices de azul y violeta, que provocan la lejanía inalcanzable.

Es como un fondo velazqueño de retratos reales ecuestres.

Entrando en la villa atravesaremos un puente. Bajo é discurren breves, silenciosas, las aguas de un pequeño río, del río Mora, afluente del Mijares, que contornea el poblado regando sus pequeños hurtos, que tienden su alfombra esmeralda a los pies del caserío.

La rígida y voluminosa silueta del castillo nos atrae. La calle principal, calle de José Antonio y antigua de las Parras, conduce a la plaza de la iglesia. Antes encontramos, a la derecha, unos viejos soportales, vestigios de lo que debió ser toda la calle. Hoy, a su izquierda, se alzan los viejos caserones de Pilón y Marín.
La plaza de la iglesia es sencillamente encantadora. Toda ella en cuesta hacia el castillo, nos muestra, el fondo, la bella casa del cuarto, de piedra de sillería, con sus arcadas rebajadas bajo el saliente alero y su acrisolado sello renacentista. Junto a ella otra casona de viejos tiempos, hoy disfrazada estúpidamente su fachada y en la que queda, como un agudo grito de protesta, el antiguo portalón apuntado, vestigio del esplendor gótico de la villa.

En esta plaza, frente a la iglesia, otra fachada de sillería, sobria y sin personalidad, recuerda a los del lugar que fue una fachada gótica con ventanas de este estilo y con parteluz, igual que las de la iglesia. Eran como un espejo de aquellas. Desde sus ventanas predicó San Vicente Ferrer. Y en medio de la plaza una cantarina fuente, de cuatro caños, alegre y bulliciosa, ofrece reposo y espera. Su graciosa silueta produce un alocado contraste con la austeridad mística de

LA IGLESIA COLEGIAL.

Desde 1944 es Monumento Nacional.
¿Cómo fue esta iglesia? Habiendo reconquistada la villa en el año 1171, su primitiva iglesia sería de una sencilla estructura románica, como sucedió con las primitivas iglesias de Teruel. Habría al frente de ella un rector o plebano, según nombre que se daba en la época al sacerdote que se hallaba al frente de la parroquia. Y, como todos los demás, se sostendría con los diezmos de tierras y ganados de su término.

Pero surgieron los señores de Mora, pujantes y opulentos. El pueblo se había enriquecido y aumentado su población. Quizá esto y la misma Ambición familiar, hicieron pensar a don Juan Fernández de Heredia el aumentar el número de sacerdotes para su servicio religioso. Así se consiguió, por algunos años, que se estableciera una vicaria y seis raciones.

El segundo señor de Mora, de igual nombre que el primero, forjó la ilusión de convertir la iglesia en colegiata. Se tramitó la consiguiente solicitud al arzobispo de Zaragoza, entonces don Dalmau de Mur y éste, en 1454, concedió la erección de la colegiata bajo el título de Santa María, estableciendo que sus servicios religiosos serían atendidos por ocho canónigos. El Papa español Calixto III, amigo de los Heredia, confirmó la erección de la colegiata en 1458. Categoría que perdió en el concordato en 1851.

Con motivo de ser colegiata y siguiendo ese impulso de ostentación, de inmortalizar el apellido, se acometió la obra de la nueva iglesia. Este espléndido mecenazgo dio como resultado la maravillosa y monumental obra que hoy contemplados.

Se trata de una iglesia gótica del grupo aragonés, de una nave y capillas hornacinas entre los contrafuertes. Este grupo gótico aragonés se suele unir al mudéjar, con sucede en San Pedro de Teruel y en Santiago de Montalbán. Los Heredia, opulentos y señores, o influenciados por aires de fuera, optan por la costosa piedra que les permite realizar una obra audaz y grandiosa. Esta extraordinaria nave mide treinta y seis metros de longitud, veintiuno de altura y diecinueve de ancho, y he aquí la audacia de la obra, su anchura.

Es tres metros menor que la catedral de Gerona, siguiéndole en anchura. Esta catedral de Gerona está conceptuada como la mas ancha de España. Para sostener el brioso empuje de la bóveda de esta amplia nave de la colegias de Mora, recios contrafuertes la atenazan por sus costados, como pétreos dedos, entre los cuales se escapa el débil parpadeo de los óculos flamígeros.

La portada abocinada está compuesta de múltiples jambas escalonadas que rematan en arcos apuntados. Los capiteles tienen interesantes cabezas talladas. Las capillas están iluminadas por ventanas góticas con parteluz.

El fundador, don Juan Fernández de Heredia, está enterrado en la cripta, bajo el coro, en sepulcro con escultura yacente; allí reposa para la eternidad el gran mecenas que dio vida a esta ingente obra.

La reja del coro imita la rejería catalana en la catedral de Barcelona. ¿Por qué este Heredia no pensó en los famosos rejeros turolenses, los Cañamache, que por aquel entonces forjaron la mas bella reja gótica de España... para entonces colegiata de Teruel?

Esta maravillosa obra ha sido recientemente restaurada por la Dirección General de Bellas Artes, a falta de claustro, limpiándola de todos los revestimientos, pero las obras de arte desaparecieron en la pasada contienda.

Como obra de generaciones hay una pequeña variedad de estilo, la cual se acusa mas en el claustro y la torre, que son obras del siglo XVII.

Y ahí está la hermosa y espléndida colegiata, cerrando la bella y evocadora plaza, desde donde iniciamos el recorrido por las
CALLES DE LA TRADICIÓN

Descendiendo hacia la torre llegamos a una recoleta y sosegada plaza, como no, la plaza de las monjas.

Al fondo de ella una de las puertas de la villa marca la antigua ruta ¿de Teruel? A la izquierda un viejo caserón- convento, con una equilibrada y serena fachada, serenidad de almas en oración. A la derecha, la verticalidad aplastante de la torre de la iglesia, fría, seca, con afiladas aristas donde se cortan, con aullidos, los vientos gélidos.

Paseando lentamente con sosiego, con unción, recorremos la calle de las cuatro esquinas, con vetustas casas, destacando por su gracia y sabor la de Cortel de la Fuente del Olmo.

Si seguimos los porches de la calle de Primo de Rivera pasando por un viejo portalón, quizá parte de la primitiva muralla (antes del crecimiento de la villa), llegamos a la Plaza Mayor. el Ayuntamiento se alza sobre un porche con arcada, típica tradición turolense, pero obra de poca importancia. Y ¿Cómo nos acercarnos a contemplar el Portal de Alcalá o Portal del Olmo?

Este portal alza su estructura en la parte baja, casi en el barranco, y extiende sus brazos de muralla agarrándose al castillo y a los fuertes del Calvario, ansioso de su protección.

Esta es Mora. Y no de desnudeces y tules incitantes, de lejano recuerdo. Es Mora de Zarza, dulce y punzante, con fruto sabroso y espinas agazapadas.

Mora pintoresca bulliciosa, que guarda con orgullo en sus fiestas la típica tradición del toro de Fuego, atrayendo multitud de forasteros curiosos de ver y gozar el bello y audaz espectáculo nocturno, cuando la fiera embravecida recorre veloz las vetustas calles huyendo de su propio mal, figurando una estrella fugaz y ardiente en la inquieta oscuridad. Bella y legendaria estampa, reminiscencia del medioevo, cuando el toro de fuego fue utilizado como arma de guerra, incendiando y destruyendo cuanto hallaba a su paso.

Esta es Mora, la altiva y señorial, que vivía laboriosa y tranquila en su recinto amurallado bajo la protección vigilante de
EL CASTILLO

Hagamos un poco de historia sobre esta voluminosa obra, Monumento Nacional desde 1931, y de la villa aneja, que protege.

Los castillos fueron base y defensa de los poblados en aquellos tiempos heroicos. La misma suerte que corría el castillo la corría el pueblo, generalmente. Este es el caso de Mora, que con su castillo pasó de mano en mano, de señor en señor, por conquista, donación o venta. Como un objeto cualquiera. Era el signo de la época. Hasta que cayó, por fortuna, en manos de los Heredia, que le darían lustre y fama.

El hecho empezó así; las huestes cristianas al mando de Alfonso II, van conquistando tierras aragonesas, arrancándolas del poder de los moros, con tesón y bravura. En 1171 es conquista Teruel y el avance sigue en el mismo año hasta Mora, para hacerla frontera con los infieles.

En 1189, Pedro II donó el casillo de Mora a don Pedro Ladrón. Necesitaba asegurar su defensa y repoblación, bajo un patronazgo leal. La pequeña aldea va adquiriendo confianza y desarrollo, a la sombra protectora del castillo, posible reconstrucción de una fortaleza sarracena.

En 1204, los ejércitos de la cruz y la espada, levantan sus fronteras y las adelantan hasta Rubielos. Las lanzas cristianas van apuntando al corazón de Valencia.

Mora ya queda atrás, tranquila y sosegada, siguiendo los avatares de la comunidad de aldeas de Teruel. Sus gentes presienten ya la conquista de Valencia, que a su tiempo celebrarían con grandes fiestas, pues los « serranos » tomaron parte activa y lúcida en la operación.

Pero a Mora aún le quedaban por pasar muchas inquietudes. Jaime I, en su testamento de 1272, hace donación de Jérica y su baronía, que incluía el castillo y la villa de Mora, a su hijo bastardo, habido con doña Teresa Gil de Vidaurre, y de igual nombre que él. El señor de Jérica casó con doña Alfa, hija de don Álvaro Pérez de Azagra, cuarto señor de Albarracín, el señorío independiente ubicado en los montes Universales.

Cuando la guerra de los reyes de Castilla y Aragón, Pedro I y Pedro IV, la baronía de Jérica y con ella Mora, la había heredado don Pedro, hermano de Jaime (II) de Jérica.

Y fue entonces cuando surgió la traición aragonesa en la persona de un descendiente de rey. En defecto, el señor de Mora se puso de parte del rey de Castilla y las tropas de éste ocuparon la villa y el castillo de Mora para mejor defenderlas. Habiéndola situado el conde de Prades, los sufridos habitantes de Mora organización su « quinta columna » y abrieron las puertas al sitiador, con lo que pasó de nuevo a la corona de Aragón en 1364.

Parece ser que el señor de Jérica no hizo caso de ellos y vendió la villa de Moro y su castillo a don Hugo, vizconde de Cardona, en 1367 y éste, finalmente, volvió a venderla en el mismo año por 260.000 libras barcelonesas, a don Blasco Fernández de Heredia, señor de Foyos, quien se presionó de ellos en 1369. ¿Habían terminado con esto las transacciones de la paciente villa ¿ Si y no. Si en cuanto quedaba en manos de los definitivos dueños, que volcarían en ella todos sus afanes. No por cuanto que en 1370 hizo donación del castillo de Mora y villa de Valbona a su sobrino don Juan Fernández Heredia, llamado el Noble y el Póstumo, quien definitivamente daría comienzo al gran señorío de los Heredia.

Muchas aldeas de la provincia de Teruel fueron a engrosar, por herencia, el patrimonio de los Heredia.

En 1376 adquirieron, por 11.000 florines de oro de Aragón, Alcalá de la Selva, que durante dos siglos había pertenecido a los religiosos de la Gran Selva.

Afianzados los Heredia en el señorío de Mora, daría comienzo a su gran obra sobre la villa, en primer lugar, debió rehacerse el castillo, que sufriría en la guerra de los Pedros. Y dada la opulencia de los Heredia comenzaron una nueva obra de extraordinaria solidez, que garantizase plenamente

Su defensa. Asimismo, las dos torres que flanquean la puerta principal, tienen una base, según tragaluces que dan al sótano, de seis metros de espesor; toda una montaña de piedra.

La obra debió comenzarla, naturalmente, don Juan Fernández de Heredia llamado el Noble, hacia finales del siglo XIV.

Como ya hemos visto, allí estaría el castillo moro, que después restaurarían los cristianos. Castillos que usaron los señores de Jérica hasta defenderse en él los castellanos, cuando la guerra de Castilla y Aragón.

El castillo, a cuyos pies se extiende el pueblo, es de planta cuadrangular y todo él de piedra de sillería. Las paredes, los muros, tienen un impresionante espesor.

Como centro de esta planta cuadrilátera, hay un amplio patio de la misma forma, con arcadas apuntadas formando claustro. En dos de sus caras, contiguas éstas, hay un segundo cuerpo de galerías con arcadas de medio punto y fustes octogonales. Esta reforma debe corresponder a cuando don Jorge Fernández de Heredia fundó en él, convento de San Francisco, en el año 1614.

Las otras dos caras tienen, en el segundo cuerpo, ventanas góticas con parteluz, si bien algunas muy deformadas, y a las que la restauración va devolviendo su primitiva forma.

En torno a este hermoso pueblo, que tiene, naturalmente, su aljibe, giran las dependencias del castillo.

Bajo los grandes salones que se desarrollan en esta planta, hay dos pisos de sótanos con bóvedas de cañón corrido y en alguno de ellos el piso es de la misma roca. A estos sótanos se desciende por una amplia escalera de caracol, clásica escalera formada por largos peldaños de piedra, de una sola pieza, como es corriente.

Los grandes salones de la planta baja tienen techumbre de madera y en ellos ponen su gracia los amplios ventanales góticos con parteluz y los dos clásicos bancos de piedra a derecha e izquierda y, en este caso amplísimos, por el grosor del muro. Bellos rincones desde los que se contempla un bello panorama y que fueron deleite y ensueño de lindas damas angustiadas por la vuelta del ser querido, o alerta el oído, al meloso canto del juglar.

Pero todo esto ¡ay! Está cambiando, tan deteriorado por el tiempo y mas por los hombres, que ha sido precisamente la intervención de la Dirección General de Bellas Artes para volverlo a su primitivo estado.

Y no es extraña esta situación. La instalación del convento de franciscanos exigió muchas reformas. Una de ellas fue abandonar la iglesia primitiva e instalar otra en otro lugar, descarnado los muros. Luego se hundió la techumbre de la iglesia primera, quizá en el incendio que en 1700 destruyó gran parte del castillo y el importante y rico archivo.

Mas adelante fue cuartel de la Guardia civil. Nuevas e importantes reformas. Total, completamente desconocido.

Pero era demasiada mole de piedra para que se fuera abajo y la restauración llegó a tiempo.

En cada uno de sus cuatro ángulos, un torreón octogonal hace guardia permanente.

Tiene una salida normal, amable, hacia el pueblo, con el que tiene su contacto diario. Y en la parte opuesta, en oriente, la puerta principal.

Esta se abre en un amplio torreón cuadrado y flanqueada por dos de los cuatro torreones octogonales. Y a los pies de la puerta, el foso natural.

De las caras laterales del castillo partía la muralla como un fuerte cinturón apretando amorosamente al pueblo.

Y como punto de apoyo par ala defensa del castillo, al otro lado del barranco, en la cumbre del cerro del Calvario, aún quedan en pie esbeltos torreones, centinelas alertas sobre la amplia panorámica.

Esta hermosa obra, como ya hemos dicho, debió comenzarse a finales del siglo XIV y se debió terminar en el siglo XV.

Cuando esta obra se halle totalmente restaurada, será un bello ejemplar de castillo gótico, muy evocador y digno de ser visitado.

Será una verdadera joya para Mora, la de la excolegiata, que se halla tan cerca del castillo, que entre ambos casi no hay espacio para que pueda huir la carretera, que va hacia.

LA RUTA DE LA NIEVE

La carretera se empina hacia las altas cumbres. El paisaje se va haciendo tupido, hasta que el elemento primordial, el alma del paisaje, es el pino. El pino permanente, audaz. El pino con ramas como brazos de asunción. Entre sus troncos pardos se vislumbran profundidades estremecedoras y cumbres altivas; la esmeralda nos envuelve lujosamente. Llegamos al puerto de Alcalá (1.600 metros). Al fondo la vega, tras un descenso impresionante.

La ermita de la Virgen es de grandes proporciones y mal calculados sus contrarrestos. Hoy los pilares, a los que se pone ya tirantes de hierro, cabecean hacia el exterior bajo el peso de la bóveda. La obra fue levantada en 1715 por el maestro Juan Escuder, según diseño de un padre carmelita. En su interior se venera la Virgen del Espino (hoy la Virgen de la Vega), que fue una bella imagen románica, antes de ser restaurada.
Hay pinturas en el camarín, algo interesantes. Menos lo son las del crucero, realizadas a principios del siglo XIX.

En torno a esta ermita, levantada en una amplia vega rodeada de arriesgados montes cubiertos frondosos pinares, se ha desarrollado un amplio complejo turístico, con pintorescos chalets de variadas estructuras y cómodas fondas para refugio de los practicantes del deporte blanco. O de los no practicantes, que también son muchos los que van a ver y pasar los fines de semana entre esta alegre y bulliciosa multitud. Costosos complejos que tiene dos vertientes fructíferas; el invierno y el verano.

Caminamos hacia Alcalá, distante un kilómetro, por la vega pintoresca. Antes de llegar a él dejamos a la derecha el desvío que conduce allá lejos, a la Gascuña.

Pero sigamos hacia el poblado:
A poco se encuentra el humilladero, que se alza sobrio, acogedor, persuasivo. Es una obra renacentista de piedra de sillería, levantado en 1627 por Juan Palomar y de Torres, hijo del lugar, según señala una lápida en las pistas de nieve, que distan ocho kilómetros.

Alfonso II, preocupado por asegurar las conquistas, donó en 1174 el Castillo, décimas y patronato del pueblo, al monasterio de Selva Mayor.

Es de base cuadrada con cuatro arcos y cúpula, y cuatro hornacinas en el interior de cada ángulo. Lástima que permanezca vacío y que la cruz, ala que servía de dosel, haya desaparecido y no se haya puesto una imitación, al menos, que justifique el por que de esta obra.

Alcalá está ante nosotros. Sobre el poblado la silueta del castillo y como manto condal, colgado en el fondo, el monte sombrío.

Que poco podían hacer por el pueblo, solamente darle el apellido. Y así fue: Alcalá de la Selva.

Pero esto era insostenible, y como hemos vito, dos siglos después, en 1376, fue vendida al Señor de Mora, por once mil florines.

El castillo, de origen árabe, está totalmente ruinosos, situado en la cumbre del cerro, su silueta mutilada nos habla de olvidadas epopeyas.

En la parte alta del pueblo se halla la iglesia.

Es de estilo renacentista y fue inaugurada en 1614.

Su portada es fría, como los vientos de estas alturas y desarticulada con la superposición de varios órdenes. En ella está esculpido el escudo del señor de la Villa, el conde de Fuentes y marqués de Mora. Su interior está muy mixtificado con revocos.

Esta es Alcalá, con sus calles morunas, retorcidas y empinadas. Con sus entes sencillas, de alma serrana.

Alcalá con su Virgen de la Vega y sus complejos turísticos diseminados por sus contornos, es el último punto de apoyo para

EL DEPORTE BLANCO

Un grupo de pueblos tiene su esperanza puesta en el deporte blanco. Las esperanzas puestas en esa nieve, que años atrás, ponía espanto en el alma y los tenía aislados días y días, como en absurdos lazaretos, sin saber de nada ni de nadie, hasta que el tiempo mejoraba, la nieve iba desapareciendo y de nuevo se podía transitar por ellos.

Hoy todo ha cambiado. Las máquinas avientan la nieve de los caminos, cientos de coches se concentran en la inmensa sabana suavemente ondulada, como sostenida por los cuatro puntos cardinales.

Se ha levantado el ánimo de estos pueblos dormidos en el regazo de las altivas montañas.

La alegría juvenil de los deportistas, siembra de rosas la nieve. Y aquellos pueblos olvidados van recobrando su esperanza y su ilusión, al ritmo actual de la vida inquieta del deporte blanco.



DECRETO 1/1992. Escudos y Banderas en Aragón. Heráldica de Aragón. blasón, símbolos oficiales, libros, ilustraciones, dibujos, Aragón es así. Huesca, Teruel Zaragoza. Naturaleza. España, pinturas, esculturas, libros y publicaciones.

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